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¿Quién no soñó más de una vez con la vida en un velero, rodeada de agua y naturaleza? Coni, Juan y sus dos hijos hicieron ese sueño realidad. Hoy, navegan por las costas de Brasil y planean llegar hasta el caribe para instalarse algún tiempo en la calidez de sus playas. En Elepants, hablamos con los protagonistas de @el_barco_amarillo y nos contaron cómo es su día a día en el mar…

Coni y Juan se conocen desde el jardín de infantes y ya en sus primeras incursiones en el Río de la Plata coincidían en que algún día iban a viajar a vela. A los dos siempre les gustó viajar: Juan es hijo de tripulantes de a bordo, y Coni siempre tuvo como objetivo trabajar viajando. No heredaron la náutica, la eligieron. Juan primero fue psicólogo y luego navegante: hizo un curso de vela y quedó fascinado. Coni, por su lado, es periodista de viajes y gracias a su profesión podía despuntar el vicio. “Al principio, como periodista, conseguía que me prestaran barcos en distintos lugares para hacer notas y así empezamos a probar. No es que de un día para otro arrancamos a navegar. De a poquito, fuimos experimentando la vida en barco: fuimos al caribe, a Nueva Zelanda, a Europa… y cada vez que teníamos que volver llorábamos, porque creíamos que esa era la vida que teníamos que hacer”, cuenta Coni.

Hora de zarpar

Cuando pudieron conseguir su propio barco sintieron que era el momento de lanzarse a la aventura. El Tangaroa2 es “El barco amarillo”, tiene 9 metros y 30 pies: “Yo no quería salir con ese barco, porque pensaba que era muy chiquito, que no íbamos a estar cómodos y que podíamos conseguir algo mejor. Pero cuando Ulises tenía un año y medio, Juani hizo un viaje desde Buenos Aires hasta Florianópolis con ex alumnos de él y ahí me dijo ‘es este y es ahora’. Así fue que decidimos que era el momento ideal”. Renunciaron a sus trabajos, alquilaron su departamento en Núñez y se fueron.

Primera estadía: las aguas de Brasil

“Queríamos compartir esta vida con Ulises, le queríamos dar lo mejor y sabíamos que eso no era ni dinero ni nuestras profesiones: era tiempo, una vida rodeada de naturaleza, conociendo gente, haciendo amigos, viajando”, dice. Navegaron por la costa de Brasil, siempre hacia arriba. Pero en el medio del recorrido, recibieron la mejor noticia: su segunda hija, Renata, ya estaba en camino. Decidieron, entonces, hacer base en Isla Grande, la más grande del municipio Angra dos Reis, que consta de 365 islas. “Acá la calidad de vida es increíble, hay muchos lugares para recorrer, tiene unos recursos naturales infinitos, no hay autos, no hay mayores peligros para los chicos y ya se hicieron amigos. Además, hay trabajo, nosotros recibimos huéspedes y, al estar muy cerquita de Río de Janeiro, tenemos muchas personas que vienen a visitarnos. De todos modos, nuestra idea es, hacia fin de año, salir hacia el caribe y pasar otra temporada larga allá”, relata Coni.

“No tenemos rutinas fijas”

Cuando nació Renata tuvieron la posibilidad de cambiar a un barco más grande, que es el Ítaca, donde viven ahora, que cuenta con 3 camarotes dobles. Acá es donde pasan sus días (entre tareas cotidianas y la libertad de vivir sin ataduras) Coni, Juan, Ulises, Renata y Lula, la fiel perrita que los acompaña y los llena de felicidad. “No tenemos rutinas fijas, depende de dónde estemos. En general estamos en la Isla Grande, pero también hacemos navegaciones a otras islas como Río de Janeiro, Búzios, Cabo Frio… Por lo general a la mañana hacemos una hora, o un poquito más, de homeschooling con Ulises, que este año arranca un programa formal de educación a distancia del ejército, mientras Juan se dedica al mantenimiento del barco. Después vamos a la playa, nos metemos al mar… la mañana es muy larga, porque arrancamos a las 6 y cortamos a las 13, cuando vamos a almorzar. La tarde, sin embargo, es más relajada: hacemos compras, Juan se va a pescar con el arpón, Renata duerme la siesta… Eso sí, si tenemos huéspedes vamos a navegar, hacemos senderos por la selva y hasta yoga en la playa. Nuestra rutina varía bastante, no hay algo muy cerrado. No sentimos ni siquiera la diferencia entre un domingo, un miércoles o un martes”.

“Una vida minimalista”

“Navegamos con un montón de propósitos”, aseguran. Es que, claro, no pueden identificar solo uno. Llevan una vida que, para ellos, es muy austera, muy simple, pero a la vez es compleja. Hay que hacer el mantenimiento del barco, no sale agua de la canilla, por lo que hay que cargar tanques con agua de lluvia o de cascadas, tienen que cocinar y bañarse a bordo, entre otras complejidades: “Es una vida que es más complicada en algunas cosas, pero es más simple y más austera y ese es uno de los valores que les queremos compartir a nuestros hijos. Una vida minimalista, una vida de bajo consumo, pocas compras y más producción propia. Eso queremos inculcarles y lo estamos viviendo”.

Más info:

Mientras navega, Coni va atesorando y escribiendo cada día. Además de periodista es Diseñadora Gráfica especializada en diseño editorial y escribió los libros “El Barco Amarillo” y “Ulises, Lula y la Isla Grande”, para pequeños lectores. Mirá todo lo que hace y buceá un poco más en sus aventuras en amarilloediciones.empretienda.com.ar