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A Cristian Cioccale casi nadie lo llama por su nombre real. Todos lo conocemos como Rusea. Tiene 38 años, es oriundo de Quilmes, pero hace dos años se mudó a Mar del Plata para estar cerca de su gran amor: el mar. Ahora vive en un sexto piso con Marea, una perra que rescató de la calle, y una vista privilegiada hacia el océano. Es músico, emprendedor, surfer… pero lo que lo define, sin dudas, es su pasión por la naturaleza traducida en canciones. Te invitamos a conocerlo un poco más y a entrar, de cabeza, en su universo inspirador.

De chiquito le decían “Rusito” y, con los años, lo empezaron a llamar “Rusi”. Pero a él le seguía faltando algo. Así que decidió cambiar, muy poquito, su apodo de toda la vida y encontró una adaptación con la que se sentía mucho más cómodo: “Rusea”, una simpática combinación del “Rusi” con el “sea” (mar en inglés). Con su nuevo apodo bien anclado en el agua, se mudó de Quilmes a Mar del Plata, un lugar que, sabía, lo iba a completar: “De chico, pasaba los veranos enteros en Miramar, de diciembre a marzo. Mi mamá trabajaba en la feria hippie y yo me pasaba los tres meses deambulando por las playas y andando en bicicleta… Ahí nació todo el amor. Siento que la costa tiene alguna atracción que produce una sensación de vacío si no estás acá. Me pasaba mucho cuando vivía en Buenos Aires: no terminaba de disfrutar, quería estar en el mar. Ahora estoy en el lugar que quiero estar”.

Multifacético, le gustan muchas cosas, pero suele encontrar un punto en común en un estilo de vida más calmo, relajado, con conexión pura en la naturaleza, y la música, el mar y el surf como sus banderas. “A veces digo que todo lo hago como surfeo: el mar me guía. Uno cuando está surfeando una ola a veces necesita ir tranquilo, otras rápido… Yo vivo como surfeo, no surfeo como vivo. El surf me marca el camino en la vida”, cuenta.

Cantarle al mar

Sus canciones nacieron gracias a extrañar al mar. Cuando Rusea empezó a no encontrarse con la ciudad, decidió bajar todos esos sentimientos a la música. Transformó su momento en arte. Así nacieron, por ejemplo, temas como “Una casita frente al mar” (2019), un sueño que casi todos tenemos y que él propone hacer realidad. “Todas mis canciones hablan de lo mismo, aunque trato de hacerlas con un lenguaje un poco más general para que cada uno pueda usarlas como quiera y elegir su propia aventura, pero yo casi siempre estoy hablando del mar. A veces cambio los términos para que no se note, pero la gente ya sabe que estoy hablando de eso”, dice. Hace poco, por ejemplo, escribió una canción en contra de las petroleras, para unirse, a su manera, a la lucha ambientalista desde el arte.

“La tormenta es una esperanza de arcoíris”

A la hora de componer, Rusea no tiene métodos que se repitan, sino que crea todo fiel a su estilo: de una manera muy libre. Cuando encuentra una melodía que le gusta, avanza. Por lo general, compone letra arriba de una melodía y, en este punto, explica: “Si vos escribís una palabra en un papel sin decir nada es solo una letra, pero si ya la estás diciendo cantadito es letra y música, ya está la canción terminada. Una vez hecho esto, se la entrego a un productor para que haga su magia”.

Cumbia Hawaiana es la última canción que lanzó hace algunas semanas, en colaboración con el Mono de Kapanga, a quien conoció hace dos años en Chapadmalal, y quien enseguida le dijo “contá conmigo” cuando le pasó el tema. Es una canción que escribió en pandemia, que se llama así porque Hawái es la capital mundial del arcoíris. “Yo quería hablar de la esperanza y el arcoíris, porque cuando veo las tormentas enfrente de mi casa sé que después hay una esperanza de que salga el arcoíris, algo lindo y distinto. El mensaje es un poco ese, que la tormenta es una esperanza de arcoíris, que siempre algo lindo puede venir. Eso fue lo que me motivó a escribir”.

Embajador de la ciudad

Gracias a la música, de hecho, se convirtió en Embajador de Mar del Plata, ciudad a la que también le escribió una canción (A Mar del Plata, 2020). Pero hay algo en su humildad y en su calma que hacen que Rusea todavía no termine de caer en todo lo genera, en el impacto que su música tiene en los que la escuchan. Por ejemplo, cuando lo visitan chicos que tienen problemas de habla y que practican en la fonoaudióloga con sus canciones, le cuesta mucho sentir que eso le está sucediendo a él. O cuando alguna señora lo para en la calle para decirle que sus canciones “le salvaron la pandemia”. “Yo siento que si lo mismo le sucediera a otro artista, yo lloraría por lo que le está pasando a él y cuando me pasan a mí no me puedo hacer cargo. Lo acepto y lo agradezco, pero creo que sucede con los artistas que crecimos con internet, que para muchos somos más grandes de lo que somos. Me piden fotos por la calle y yo siento que estoy arrancando, pero para otros soy el artista que los saca de la tristeza”, dice.

Cris también tiene una faceta como emprendedor; tiene un local de accesorios de mujer en Buenos Aires, pero viviendo en Mar del Plata aprendió también a trabajar más pausado. “No puedo enojarme con un empleado y escribir canciones que le hacen bien a la gente, no va de la mano”, aclara y agrega que ahora sabe soltar y que entendió que a veces no pasa nada por cerrar un ratito antes.

“Prefiero los días no tan perfectos”

“Para los surfistas vivir en Mar del Plata es la gloria” – le dijo un amigo que se mudó a la ciudad costera un tiempo antes que él. Sin saberlo, esa frase lo grabó a fuego. La palabra “gloria” fue, para Rusea, un poco su norte. Descubrió que Mardel no tiene nada que envidiarle a Califormia o a ciudades de ese estilo, que es un maravilloso lugar para que un surfista se instale y que, además, está muy cerquita de Buenos Aires por si querés volver a casa. Su nueva vida hoy le habla de naturaleza, de sonidos inolvidables, de paisajes únicos… Y confiesa que aprendió a “leer el cielo”, tan solo mirando hacia arriba sabe si es momento de bajar a la playa e internarse en las olas. “Me gusta ver al cielo explotado de colores desde el mar y prefiero los días no tan perfectos, esos que vienen con más variantes, con más colores, con distintas sensaciones. El mar, además, es mi espacio de desconexión. Antes bajaba a la playa con los auriculares y ahora ya me voy sin nada, uso ese tiempo de olas para estar lejos del celular y los ruidos”.

Sin embargo, aunque vive en el lugar de sus sueños, sabe que todavía está en ese proceso de seguir creciendo, de buscar estar más arriba, y ahora está encarando su primer gran desafío: hacer un show en vivo en Buenos Aires, en abril. Rusea sigue componiendo, sigue apostando a llegar a los corazones de las personas a través de su música. Y lo logra con creces: “Cuando la gente estaba internada por covid y no podía respirar, me mandaban mensajes para decirme que escuchaban mi música para tranquilizarse y respirar mejor. ¿Más que esto tengo que buscar? Para mí eso es la gloria”, afirma convencido, mientras mira por la ventana un paisaje que se parece más a un cuadro que la realidad: el Mar, siempre custodiando todos sus días.

Ping Pong Dreamers

Un lugar en el mundo: Mar del Plata.

Una causa por la que creas que vale la pena luchar: la igualdad.

Una frase de cabecera que te inspire: “hacé más cosas que te hagan feliz”.

Un momento del día para crear: la madrugada.

El mundo sería un lugar mejor sí… sonriéramos más.

Un objeto que habla de vos: la guitarra.

Un sueño que todavía no cumpliste: llenar un concierto grande.

Una canción que te haga soñar: soy bastante melancólico y hace un rato escuché la canción de Guasones que dice “qué tristeza hay en la ciudad, amor”. Esas situaciones me dan ganas de rockearla.

Algo que hacés para sentirte bien: surfear, siempre.

¿Querés escuchar sus canciones?

Escuchalo en Spotify haciendo click aquí 

Agendate su próximo show en vivo: el 23 de abril a las 21, Rusea tocará en vivo en Niceto Club (Buenos Aires).